martes, 22 de marzo de 2016

Marte

Cuando se habla de ciencia ficción a menudo se hace sin reparar en el oxímoron que da nombre al género: está claro que no se trata únicamente de historias sobre ciencia que suceden en la ficción, pero no siempre se repara en que han de desarrollarse historias con un gran rigor científico, pero cuya ciencia es ficticia, utópica. El autor de ciencia ficción debe convencer al lector de que sus fantasías son científicamente probables, por más que sólo sean reales dentro de su narración. Es esta esencia y no detalles puntuales como que tenga lugar en el futuro o en otros planetas lo que determina el género al que pertenece una obra, pues puede parecer ciencia ficción y ser fantástica o al revés. Por verlo sobre algunos ejemplos, un film "desarrollado en el futuro" como Minority Report (y el relato de Philip K. Dick en que se basa) no lo considero de ciencia ficción sino fantástico, porque se construye en torno a una premisa sobrenatural, la de la clarividencia de unos personajes capaces de predecir crímenes antes de que se cometan, mientras que otro film "de monstruos" del mismo director como Jurassic Park (y la novela homónima de Michael Chrichton) lo considero de ciencia ficción porque su narrador se toma su tiempo en tratar de convencernos acerca de las posibilidades reales de devolver a la vida seres extintos hace millones de años.

En el afán por respetar estas reglas de la ciencia ficción, de hacer creíble el rigor científico de su narración, muchos autores descuidan otras virtudes de la narrativa, como son construir de una manera atractiva el relato, o dotar de densidad humana a los personajes que lo pueblan. Estas carencias eran notables en cierto cine de atracciones de la década de los ochenta y primeros de los noventa, donde la ciencia ficción ofreció un puñado de títulos de enorme éxito gracias a realizadores como James Cameron o Paul Verhoeven, para quienes era más importante la acción y el ritmo que la profundidad de sus guiones. Al igual que ocurriera con Terminator, Abyss, Robocop o Desafío Total, esa nueva incursión de Ridley Scott en el género que es The Martian es una película que, ante todo, convence al espectador en el plano científico, llevando una historia de un naufragio en el sentido clásico a un escenario imposible a día de hoy (con expediciones tripuladas a Marte), pero construyendo su relato a base de impecables detalles evidenciados, en los que el protagonista sobrevive en una situación límite a base de aplicar sus conocimientos sobre biología y química. En ese sentido, la película es ciencia ficción en estado puro, sin embargo no cuenta con un guion en el que se trabajen otros aspectos narrativos básicos, y es la labor de actores como Matt Damon o Chiwetel Ejiofor el único recurso para generar empatía hacia sus personajes, al tiempo que, a diferencia de los directores antes citados, Scott tampoco aporta acción o algo que supla esta falta, dando como resultado un trabajo de tono monótono, con lo cual no se consiguen disimular las abundantes descripciones de trazo grueso, por ejemplo cómo se articulan los procesos de compañía en corporaciones como la Nasa, donde las decisiones a nivel ejecutivo se toman de manera informal, con el más alto cargo directivo haciendo cálculos de cabeza, o cómo se desarrollan las relaciones a nivel internacional, como prueba el momento en el que los mandatarios de la Administración Espacial Nacional China deciden ayudar a sus homólogos americanos tras ver una noticia por la tele.

The Martian - Ridley Scott - 2015 [ficha técnica]

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