sábado, 31 de mayo de 2014

Ocho apellidos vascos

Puede que tuvieran mucha razón aquellos cronistas que hace algún tiempo veían en Borja Cobeaga una joven promesa dentro del desangelado paisaje cinematográfico que es la comedia española, si observamos que tras unos cuantos años en activo y sólo dos largometrajes filmados (Pagarantas y No controles) su presencia como guionista en Ocho apellidos vascos, junto a su habitual colega Diego San José, tiene mucho más peso que la de un director como Emilio Martínez Lázaro, con cierta veteranía en el género, y cuya experiencia reciente pasa por la filmación de la sobrevalorada El otro lado de la cama y su infumable secuela Los 2 lados de la cama. Al margen de que sus autores tengan en su currículum la participación en programas de televisión como Vaya semanita, donde se trataba el problema vasco con el desacomplejado tono cómico de Ocho apellidos vascos (pero en un momento coyuntural donde resultaba mucho más valiente hacerlo) el guión escrito por Cobeaga y San José comparte con los dos largometrajes dirigidos por el primero una historia cómica de matices románticos donde sus personajes tienen que fingir ser lo que no son para conseguir a la persona que aman, si bien en esto los guionistas han ido desarrollando cierto optimismo en favor de sus figuras masculinas: si el protagonista de Pagafantas terminaba en una situación de pesadilla y sin conseguir ni siquiera besar a su amada, y el de No controles conseguía retomar la relación al final del relato, en Ocho apellidos vascos es directamente Amaia (Clara Lago) la que le pide a Rafa (Dani Rovira) que actúe como el hombre que el padre de aquélla quiere para su hija.

En cuanto al trabajo de Martínez Lázaro, resulta cuanto menos plausible que se limite a desarrollar con sencillez el guión de Cobeaga y San José, sin imponer demasiada personalidad, al no mostrar mucho interés hacia las puntuales ideas visuales que ofrece el relato (cf. la visión fantástica que tiene Rafa desde el autobús cuándo entra en Euskadi, que el director resuelve con rapidez) y sí hacia la faceta más verbal de un guión que desarrolla casi todo su potencial cómico en los diálogos. Por suerte, éstos no están ideados como medio para lucimiento de sus catódicas estrellas, y los actores de Ocho apellidos vascos están casi siempre al servicio de los personajes y rara vez al revés (tal vez a excepción de la sesión introductoria de chistes de Dani Rovira o las desafortunadas apariciones del dúo cómico formado por Alberto López y Alfonso Sánchez) lo que da como resultado un film ligero pero correcto, del que llama la atención su desproporcionado éxito comercial, cosa que tampoco debe irritarnos: por una vez esto se debe a una historia que ha sabido conectar con el público y no a que los espectadores han acudido en masa a ver al Torrente de turno a repetir lo de siempre.

Ocho apellidos vascos - Emilio Martínez Lázaro - 2014 [ficha técnica]
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