domingo, 29 de octubre de 2006

[Opinión] Scoop

Rob Reiner, Robert Redford, Joel Coen, Terry Zwigoff, Sofia Coppola, Brian De Palma o Christopher Nolan son algunos de los realizadores que han contado con la joven Scarlett Johansonn para sus películas. Ella es la prueba de que no siempre la fama de un profesional viene dada por su talento sino por los proyectos en los que participa. Otra cosa diferente es su presencia como objeto sexual, un cuerpo con magníficas curvas en unos tiempos donde la anorexia de Jessica Alba suele ser el camino más corto hacia el atractivo físico. A mi juicio, alguna de las interpretaciones de esta actriz han sido lo más flojo en muchos títulos interesantes, dentro de los cuales hubieran estado a la misma altura Cameron Diaz o Jennifer López, actrices de igual presencia física y peor gusto para los papeles, pero no de menores dotes interpretativas. Sin embargo, la presencia de esta actriz constituye por sí misma el centro de atención en la única secuencia de la mediocre Scoop que resulta interesante cinematográficamente: Sondra Pransky (Scarlett Johansonn) se dispone a forzar una situación en la que Peter Lyman (Hugh Jackman) tiene que salvarla de ser ahogada en la piscina. Entonces Johansonn sólo necesita quitarse las gafas y adoptar un gesto de seducción para cambiar radicalmente de registro, de ingenua universitaria a femme fatale. Durante unos segundos la cámara se detendrá en captar su monumental cuerpo en bañador, son unos momentos de deleite sexual, pero también de cine contado en imágenes. Lo que sigue después es sencillamente patético: Sondra fingiendo que se ahoga para dar paso al inicio de la relación entre ella y Lyman, la cual no se hace creíble ni por la química entre los actores, ni por el guión, ni por la forma en la se pone en escena el curso de la naturaleza, sino porque los dos actores que los encarnan son jóvenes y guapos.

La última comedia de Woody Allen juega casi siempre con este tipo de ventajas. El personaje de Splendini es un compendio de frases graciosas y comportamientos cómicos que se repiten en determinados momentos, sin existir un auténtico esfuerzo en describirlo humanamente o por integrarlo en la trama con consistencia. En el fondo no es más que una forma de meter al propio director en el reparto, de otra forma no se explica su presencia: perfectamente hubiera podido aparecer el fantasma de Joe Strombel mientras Sondra está en casa de su amiga, lo cual hubiera provocado que fueran las dos juntas a investigar al misterioso Lyman, haciendo muchísimo más creíble que éste accediera a admitir a las dos jovenes en sus fiestas que a Sondra con su padre. He aquí otra de las ventajas de Scoop: su reconocido autor no necesita elaboradas excusas para dirigirse a sí mismo en sus películas, lo que por otra parte era de cumplimiento obligatorio en un film que podía no haber convencido ni a sus incondicionales.

Scoop me recuerda a esas películas "ligeras" que Claude Chabrol o Eric Rohmer realizan sin demasiado esfuerzo para ser aplaudidas automáticamente por la prensa cahierista. Basta con hacer de vez en cuando una comedia sencilla pero correcta y poner alguna marca que haga reconocible al autor para seguir en boca de todos, ya habrá tiempo (y ganas) de poner más dedicación en proyectos verdaderamente serios. Un ejemplo similar y más cercano es Volver. Allí hay un correcto trabajo interpretativo y técnico, a la vez que se puede reconocer a Almodóvar en muchas imágenes, pero no hay un auténtico cine de autor. Es decir, la coartada del proyecto es comercial (como casi siempre) pero la interpretación que su director hace al ponerlo en escena no es artística, sino alimenticia. Lo peor es que el mínimo esfuerzo de Woody Allen queda por debajo de las obras menores de sus coetáneos, y Scoop termina siendo un título completamente prescindible dentro de una filmografía a menudo sobresaliente.

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sábado, 28 de octubre de 2006

[Opinión] A Scanner Darkly (Una mirada en la oscuridad)

Tal vez la película con la que se empezó a tomar en serio a Richard Linklater fue Antes de amanecer, que obtuvo la fama gracias a aparecer en un momento de gran aceptación para el cine estadounidense producido al margen del Hollywood, en la época en la que pequeños productores hicieron un gran negocio gracias a modestos títulos como Pulp Fiction o Clerks. Lo sorprendente de aquella cinta de Linklater era que se ganó un puñado de seguidores en esos años dorados del cine "independiente" ofreciendo exactamente lo mismo que la más cara de las producciones de estudio: una narrativa clásica al servicio de una historia limpia de cualquier transgresión. Que conste que no tengo nada en contra de aquel notable trabajo de Linklater, pero sí de la forma en que productoras, distribuidoras y prensa cinematográfica etiquetan la forma en la que el público debe acercarse a las películas.

El sanbenito de director independiente ha sido colgado al (ya no tan) joven director tejano a lo largo de casi toda su carrera, volviéndose habitualmente en contra de las películas que ha ido realizando. Sin ir más lejos, pienso que en A Scanner Darkly podría haberse depositado la confianza con la que ha contado recientemente otro título de similar aspecto visual, Sin City, aún siendo el primero menos asimilable por el público, pues no creo que haya sido ésta la causa de la discreta distribución del film de Linklater comparada con la del de Robert Rodríguez, sino la inexplicable afiliación del primero a un club donde figuran nombres mucho más temidos por el sistema mayoritario, como Todd Solondz o Paul Thomas Anderson, cuando lo cierto es que A Scanner Darkly es, a mi juicio, una película sanamente comercializable.

Al margen de haber sido alumbrada por Warner Independent Pictures (Warner al fin y al cabo) , A Scanner Darkly es una película de compleja producción, que tiene mucho más de proyecto ambicioso que de producto arriesgado. Utilizando la misma técnica que en Waking Life (un film que no he visto), Richard Linklater opta por colorear con el estilo de un cómic imágenes previamente registradas en formato real. Si hay quien sostiene la teoría de que el cine de animación debería aprovechar sus virtudes para ofrecer algo narrativamente imposible en el cine con imágenes reales, Linklater se muestra en este film completamente contrario a éste aserto al haber concebido y realizado toda la preproducción de la película con actores de carne y hueso para después convertir este material en un largometraje de animación, siendo ésta otra de las razones por las que me parece un autor más ortodoxo de lo que dicen las apariencias (y la prensa). Este recurso, con el que se lo pasarían en grande directores como Tony Scott, tan aficionados a tunear cada plano a base de infinidad de filtros, creo que tiene en Linklater un sentido no tan estético como práctico, ya que hace posible incluir cualquier elemento de atrezzo o efecto especial sin necesidad de echar mano de un presupuesto holgado, si bien la narración del film está basada en la descripción de los personajes y no en los escenarios ni en la acción, hecho esto con valentía y sin temor a que los desquiciados diálogos de estos histriónicos drogadictos colmen la paciencia del espectador. Otra cosa distinta son los resultados lingüísticos de esta idea, al hacer aún más ambiguo y perturbador el material original, aunque también tiene un efecto negativo: servir como barrera sensorial entre el observador y el objeto filmado. Imágenes que en otro caso llevarían asociado un exceso violencia o de repugnancia, son aquí observadas por el espectador con excesiva frialdad por haber sido tratadas por ordenador.

Lo más interesante de esta película no está ni en sus etiquetas ni en sus ideas visuales, sino en su interesante material de partida, en la vigencia que los relatos y novelas de Philip K. Dick siguen teniendo por más que pasen las décadas. El protagonista de esta historia recuerda vagamente el momento en que decidió que debía romper con su vida de insípida perfección, en su casa con garage, junto a su mujer y sus dos hijas. Ahora, el hombre moderno está en medio de la peor de las crisis de identidad, ha sido traicionado por sus ideales de progreso, ha entregado su vida a la emancipación del mundo conservador, encontrando al final nuevas dependencias pero no una auténtica felicidad. El combate que las fuerzas de orden público hacen contra las drogas que controlan a ese individuo no sólo está perdido de antemano, sino que ni siquiera ha pretendido ser ganado. Hay en su distribución un negocio oculto, que beneficia a la organización encargada de reintegrar a los drogadictos, pero ésta posee impunidad para ser investigada, blindada por situarse al lado del mismo poder que la protege. Por no hablar de la supervigilancia del futuro, donde el estado es libre de filmar y escuchar cualquier aspecto de la vida de los ciudadanos, después de haber sembrado la extrema sospecha en la sociedad por el miedo al terrorismo, hasta llegar al límite de conseguir que el individuo dude de sus compañeros e incluso se investigue a sí mismo. Son algunas de las visionarias ideas que el genial escritor ha aportado a los más interesantes títulos de ciencia ficción del cine reciente, desde Blade Runner hasta Minority Report (no en vano, Linklater no tiene ningún complejo en cerrar el epílogo de esta historia con la firma del escritor).

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viernes, 20 de octubre de 2006

[Opinión] El laberinto del fauno

A Guillermo del Toro parece que se le ha impuesto la difícil tarea de superar algunos de los tópicos que arrastran a las grandes producciones del cine español desde hace décadas. El primero es el de la temática, pues son ya innumerables los títulos españoles que narran el franquismo o la Guerra Civil desde el punto de vista de un niño que se enfrenta a sus fantasmas, sean o no metafóricos. El otro problema está en los elencos, pues hemos creado un modesto sistema de celebridades como respuesta al star system americano, que contiene los problemas de éste (la identificación del actor por delante del personaje) y no todas sus ventajas (por ejemplo, los beneficios económicos de un film con Carmen Maura están muy por debajo de los de los proyectos avalados por Julia Roberts, Sandra Bullock o Demi Moore). Por fortuna, El laberinto del fauno, sabe lidiar con ambas premisas. Por un lado, el holgado presupuesto disponible hace que la película sea muy distinta de la reiterativa historia de "niño en la postguerra", permitiéndose contar (por fin) un relato realmente diferente a tratamientos ya vistos, y que esté muy por encima tecnológicamente del tradicional film fantástico patrio, aquel cuyas limitaciones exigían dejar en off lo que en producciones extranjeras era un alarde de efectos especiales. Por otro lado, el incómodo hecho de que se impongan rostros de célebres actores por encima de los caracteres que desempeñan se ve gratamente superado por la evolución de estos últimos a lo largo del metraje, teniendo los personajes más importancia gracias a sus acciones que a su descripción o a lo que los actores les aportan. Veremos que el rostro de Maribel Verdú se convertirá poco a poco en el de Mercedes, una heroína capaz de dar la vuelta a las cosas gracias a sus valientes acciones, del mismo modo que Sergi López no necesitará demasiado esfuerzo para dar el peso necesario al Capitán Vidal, gracias a las atroces acciones que este sanguinario militar comete en el guión.

En los primeros minutos, asistimos al momento en el que el capitán aplasta brutalmente la cara de un joven con una botella, para después disparar dos veces a bocajarro al corazón de su padre, un cazador inocente acusado de ser un guerrillero contrario al regimen. La veracidad frontal con la que es filmada esta escena (inevitable recordar la secuencia del extintor en Irreversible) contrasta con las primeras imágenes en las que se presenta a la protagonista del film, donde la pequeña Ofelia encuentra un mágico insecto en medio de un bosque digno de cuento de hadas. A partir de aquí, veremos que existe una división narrativa del film entre el mundo real, contado desde un punto de vista omnisciente, donde se está produciendo un violento enfrentamiento entre franquistas y maquis, y el punto de vista de la niña, un mundo mágico donde tendrá que superar una serie de pruebas a petición de un horrible animal de comportamiento humano, llamado Fauno. La integración entre universo real y fantástico tendrá momentos ejemplares, como aquel en el que Ofelia huye de un horrible monstruo sin ojos que asesina niños y, al volver al refugio de su habitación, el ruido que origina el monstruo en la persecución se convierte en el del viento que hace crujir la casa. La única pega es la voluntad del director por dejar claro que el universo del fauno vive sólo en la imaginación de la niña: ésta se nos presenta hablando sola en el único momento en el que está con el fauno y es observada por un adulto. Hubiera sido más interesante que el observador sí viera al fauno, dejando al espectador la decisión de si el monstruo existe realmente o es fruto de las drogas que le han sido aplicadas (un recurso que ya fue empleado en El día de la bestia, otro hito del cine fantástico español).

El plano narrativo fantástico, imaginado (o no) por la niña, por terrorífico, oscuro y desconocido que se llegue a presentar, nunca será más atroz que la realidad. Al menos eso es lo que nos dice Guillermo del Toro. Una escena en la segunda mitad del film tendrá especial importancia en este sentido: después de haber desaparecido para siempre, el fauno vuelve por sorpresa, y la niña corre a sus brazos. La imagen de la niña abrazada a tan espantoso ser, connotaría extraños significados si se sacase del contexto del film, sin embargo, dentro del mismo funciona sin ninguna ambigüedad, la reacción de la pequeña es todo lo lógica que espera el espectador, que ha asumido que ese mundo de monstruos es una perfecta vía de escape para la dramática realidad de Ofelia. Tal es la fuerza con la que Guillermo del Toro nos ha expuesto las cosas.


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domingo, 8 de octubre de 2006

[Opinión] Palíndromos

Se sabe que Luis Buñuel contó con Maria Schneider para encarnar a la protagonista de Ese oscuro objeto del deseo pero que, viendo que la actriz "no servía" para el papel, llevó a cabo un arriesgado cambio de última hora, utilizando en su lugar dos actrices para un mismo papel. Al final, la francesa Carole Bouquet daba al personaje una fría elegancia que contrastaba con la carnalidad pasional de la mediterránea Ángela Molina, multiplicando las posibilidades de la novela de Pierre Loüys La femme et le pantin.

Sé que es injusto hablar de un film de estreno (en España) comparándolo con la última película de un genio como Luis Buñuel, pero no pude evitar recordar este magistral recurso mientras veía Palíndromos, cuyo director toma la decisión de utilizar hasta seis actrices (si no recuerdo mal) para el personaje protagonista, sin llegar a los sugerentes resultados de Luis Buñuel, a pesar de que en el caso de Todd Solond la decisión no fue precipitada ni impuesta. El problema de Palíndromos está en su arbitrariedad a la hora de recurrir a una u otra actriz, para lo cual aparentemente no parece haber otra excusa que el punto de vista del personaje, es decir, la niña se imagina a sí misma de una u otra forma según su estado de ánimo, por ejemplo, como una joven de color con obesidad mórbida en momentos de baja autoestima, o como una niña guapa, de pelo corto y piel y ojos claros cuando está sola y perdida, y navega por un río que parece estar encantado. Sin embargo, cabe una interpretación más sugerente desde un punto de vista narrativo, y es que los distintos episodios del film pueden ser reales o pueden existir sólo en la imaginación de la protagonista: en un tramo en el que Aviva es una adolescente delgada y pálida, sus padres descubren el embarazo y le obligan a abortar, llevándola a un quirófano que dejará en la niña trágicas secuelas. Puede que esto suceda premonitoriamente en la imaginación de la joven por lo que, en el siguiente episodio, donde la actriz vuelve a tener los ragos que conocíamos, escapa de casa para evitar lo que imaginó que sus padres harían con ella. De esta manera se van sucediendo hechos que pueden ser reales, fruto de la imaginación de la protagonista o diferentes posibilidades de una misma historia.

También surge del punto de vista de la protagonista ese triste pasado en el que sus padres fallecieron en los atentados del World Trade Center, lo que es sólo el fruto de la inocencia gamberra de una preadolescente, pues no existe en el film ningún indicio de ser una de esas historias posteriores al 11-s, habiendo recurrido su autor a los mismos temas desde hace una década. Ya en Bienvenidos a la casa de muñecas, ponía en práctica su gusto por subrayar los peores vicios de las sociedades occidentales, una obsesión que ha ido aumentando en su posterior filmografía llegando en Palíndromos a sus índices más altos. Esta tendencia sistemática hacia lo malsano es tan condenable como el excesivo edulcoramiento de buena parte del cine mainstream, aunque en este caso los resultados son más plausibles que en propuestas similares, pues aquí el gusto por retratar nuestras miserias hace que Solondz ponga al espectador en una situación más incómoda de lo habitual, no teniendo claro qué juicio emitir contra cada uno de los extraños personajes que se van sucediendo en el viaje de la protagonista. Así, un hombre que se acuesta con una joven de doce años no es ningún demonio, pues siente nauseas ante la imagen de un muñeco de plástico con forma de bebé que ha sido violado con una botella y tirado a la basura, y le atormentará el sentimiento de culpa tras el asesinato de un doctor que practica el aborto, en el que además ha disparado a su hija pequeña por error. Esto último es aprobado por un matrimonio que, por otro lado, recibe con los brazos abiertos a toda clase de jóvenes que han sido maltratados por la sociedad, sin importarles su raza o sus limitaciones, pero siempre que no hayan tenido un oscuro pasado sexual. Uno de estos jóvenes abre su corazón a una niña perdida, pero airea los defectos de sus compañeros conforme se van presentando en la mesa donde comen. Uno de estos compañeros es un joven sano y entero que ayuda a los demás, pero que se mueve, baila y canta con excesivo orgullo entre sus desgraciados congéneres. En todos estos momentos, especialmente en los que transcurren en el hogar de Mama Sunshine, Solondz no nos lo pondrá nada fácil para saber si mira a sus personajes con simpatía, con indiferencia o con crueldad.

Lástima que la aleatoriedad con la que Solondz elige actriz para su personaje se contagie también en la forma en la que estructura su película a modo de episodios encabezados por intertítulos (me pregunto por qué es tan habitual esta práctica entre directores outsiders, y si no será el espectador "independiente" un tonto que necesita que le dividan las cosas en historias acotadas para poder digerirlas por separado). Estos intertítulos casi nunca son necesariamente los más adecuados para las historias, mientras que el título del film, que remite a la propiedad por la que los humanos volvemos a ser lo que fuimos en un principio a pesar de los cambios, no es el más adecuado para una película que, ante todo, habla de la inquisidora y autoritaria mano con la que los adultos destruyen el inocente mundo de los niños.

'Palindromes' - Todd Solondz - 2004 [ficha técnica] ... leer más