viernes, 19 de septiembre de 2008

Una palabra tuya

El drama costumbrista español es uno de los géneros que más ha acusado recientemente la estandarización de nuestro cine. Se nos quiere vender la autoría de cineastas como Fernando León de Aranoa, Gracia Querejeta, Miguel Albaladejo o Icíar Bollaín por más que, de un tiempo a esta parte, ésta no vaya mucho más allá de sus aptitudes como guionistas. Una palabra tuya ha sido realizada por Ángeles González-Sinde pero podría haberla dirigido cualquiera de los cineastas antes citados sin que hubiera diferencias palpables. Todos ellos intentan (queremos pensar que contra su voluntad) perpetuar una idea del cine costumbrista que malinterpreta los conceptos, cambiando la seña de identidad por el tópico, y ofreciendo gratuitamente una serie de elementos fácilmente digeribles por el público: desde el joven elenco recién sacado de la pequeña pantalla (a poder ser, interpretando también los mismos roles que en sus respectivas teleseries: véanse a Malena Alterio y Esperanza Pedreño en el film que nos ocupa) hasta la funcional manera de filmar las diferentes secuencias de diálogo, dramatizándolas con puntuales melodías de cuerda, y uniéndolas mediante escenas de transición compuestas de bonitos planos urbanos o rurales, según proceda.

Las únicas virtudes de Una palabra tuya se deben al texto original de Elvira Lindo. Hechos tan loables como la claridad con la que la directora ofrece un relato narrado en diferentes planos temporales se deben a las importantes ideas apuntadas en el material de partida (al principio, las protagonistas emprenden un viaje y sabemos por los diálogos que una de ellas ha perdido a su madre, acto seguido la vemos con ella en su casa, sabiendo así que las escenas en la ciudad son un flashback de las que se desarrollan en carretera). Como es lógico, el encorsetamiento formal desarrollado por González-Sinde hace que tampoco pueda aprovechar todas las posibilidades de la propuesta inicial. Porque la fragmentación temporal da también al largometraje el carácter de "relato con sorpresa", con el problema de que, una vez conocido su secreto, González-Sinde ya no es capa de mantener el interés de la trama. Pero la prueba más clara del distanciamiento entre la historia original de Elvira Lindo y el resultado final en pantalla es el propio título: en la misa a la que acuden las protagonistas escuchamos al cura decir "una palabra tuya bastará para sanarme". El título es por tanto una referencia a las creencias y supersticiones religiosas, que salpican la historia continuamente. No es casualidad que Lindo llame Milagros a un personaje que encuentra una figurita religiosa que le concede deseos, y Rosario a la protagonista que más problemas sufre. Hay, incluso, un importante diálogo en torno a la incineración de los difuntos y la salvación del alma (declamado en una de las lamentables apariciones de Maria Alfonsa Rosso). Todo esto se diluye en el film y no está a la altura de otros temas que a González-Sinde parecen interesarle más. Se trata, como decimos, de un film costumbrista estándar con la premisa de que es mejor darle al público una historia amable sobre la gente sencilla y sus sentimientos que aburrirlo con teología.

'Una palabra tuya' - Ángeles González-Sinde - 2008 [ficha técnica]
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martes, 16 de septiembre de 2008

Che, el argentino

En una de las secuencias de la película de Walter Salles Diarios de motocicleta, un ingenuo Ernesto Guevara invita a una joven a bailar tango, pero confunde los pasos con los del mambo, ganándose así las bromas de sus colegas. En consecuencia, más adelante, estos bautizan como "Mambo-Tango" a la embarcación con la que Guevara continuará su viaje por el río Amazonas. El nombre, más allá de la broma entre amigos, encierra una fuerte significación: se trata de la combinación de un baile con origen rioplatense y otro desarrollado en las Antillas, por un lado, aunando Argentina y Cuba, que fueron origen y destino del Che, por otro, acotando la región donde el protagonista quería llevar a cabo su revolución, es decir, todo Sudamérica desde el Cono Sur hasta el Caribe. También el joven Guevara de Che, el argentino pone como condición para participar en el levantamiento que organiza su colega Fidel Castro que le deje hacerlo efectivo en todo América del Sur una vez resuelto el asunto en Cuba. La cinta de Walter Salles vendría a ser un importante prólogo para la de Steven Soderbergh, aunque también es un modelo que el director de Traffic debería haber tenido más presente. Diarios de motocicleta se desarrolla en la América anterior a la revolución cubana, cuando Ernesto Guevara era poco más que un médico haciendo turismo rural y, como consecuencia, su visión es objetiva, casi documental. Por contra, Che, el argentino tiene lugar en pleno conflicto y debe tomar partido y casi juzgar al protagonista, y aquí es donde el film plantea más dudas. El guión, escrito por el inexperto Peter Buchman, está basado en las memorias de su protagonista y la mayoría de sus imágenes describen los hechos que éste conoció de primera mano, con lo cual es lógico que su juicio sobre el conflicto barra para el bando revolucionario. Lo que es algo más chirriante es que el relato rompa sus leyes del punto vista cada vez que tiene ocasión de desprestigiar al bando contrario (cf. los militares que disparan por la espalda a sus sensatos desertores, o engañan y abandonan cobardemente a sus hombres vestidos de paisano) o de justificar las ejecuciones de las que el líder revolucionario es presunto responsable (sólo vemos que ordena ejecutar a quienes, durante su deserción, han castigado a la población robando y violando en nombre del bando de Fidel).

Este partidismo puede venir dado de su producción: el logo de Telecinco al principio nos advierte de que Che, el argentino es, en gran parte, una película española, y que se va a dar por supuesto que la revolución Cubana no tiene por qué ser muy diferente a como tantas veces se nos ha contado la Historia en nuestro cine, donde todo es blanco o negro, sin ambigüedades. Gracias al trabajo de Soderbergh, esta parcialidad no se traduce en un producto del todo desdeñable. Sus dos horas y media son sólo la mitad de un proyecto compuesto por dos largometrajes, pero su relato no se ve truncado por este hecho. Su duración es la justa y sus últimas secuencias constituyen al mismo tiempo un desenlace y un final abierto. Además, Soderbergh vuelve a recurrir al uso de diferentes formatos para diferenciar épocas o lugares, imprimiendo así algo de pluralidad a un material que, como decimos, es demasiado partidista. Las escenas a todo color que filman la acción principal son complementadas por un puñado de tomas en el pasado, con la imagen muy granulada, donde los jóvenes Fidel y Raúl Castro ponen a la revolución unos antecedentes en términos de cifras y datos medibles. Por otro lado, están las tomas en blanco y negro donde Guevara participa en entrevistas y asambleas posteriores a su revolución, aportando sus teorías sobre el comunismo y el capitalismo. Benicio Del Toro, también productor, se siente libre de interpretar a un personaje que es, ante todo, una leyenda cuya auténtica figura de carne y hueso pocos recuerdan, una libertad de la que no goza Demián Bichir al recrear al celebérrimo Fidel Castro, recreándose en exceso, de manera casi cómica, en sus tics, logrando crear un espejo superficial del mandatario cubano pero nunca convenciéndonos de que esa misma persona tuvo la capacidad de cambiar la historia de un país y permanecer en el poder durante décadas.

'The Argentine' - Steven Soderbergh - 2008 [ficha técnica]
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viernes, 12 de septiembre de 2008

El caballero oscuro

La capacidad de incomodar al espectador que tienen personajes como la Erika Kohut de La pianista o el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos se debe a cómo conjugan una personalidad sofisticada y refinadamente culta, con habilidad para interpretar o disfrutar una pieza de Bach o Schubert, con una mente perversa capaz de maquinar las más terribles aberraciones. El crítico Antonio José Navarro se lamentaba del tratamiento que el film Hannibal, el origen del mal hacía de Lecter, siendo un film cuyo guión "destroza la tenebrosa magia que irradia tan diabólico personaje, explicándolo, dándole una forma humana a su psique torturada, todo lo aberrante que se quiera, pero asimilable para el espectador" (Dirigido por..., marzo de 2007). Joker, el villano de El caballero oscuro interpretado a título póstumo por un sobresaliente Heath Ledger, es también un personaje irracionalmente malvado y el hecho de que continuamente se nos presente como encarnación del mal sin causas ni efectos lógicos es una de las mejores ideas del relato, que además es potenciada por los artífices del film cada vez que el personaje entra en escena (véase la eléctrica pieza que le dedican Hans Zimmer y James Newton Howard, una partitura que, según parece, Zimmer estuvo a punto de cambiar por otra de corte más sentimental a raíz de la muerte de Ledger, lo cual habría afectado, sin duda, al tono global del largometraje). Al igual que los protagonistas de Funny Games, el Joker de El caballero oscuro no busca un premio material en sus macabros actos (se las arregla para asesinar a sus compinches, quedándose así con la mayor parte de un botín al que luego prende fuego), al tiempo que parece burlarse de víctimas y espectadores bromeando sobre el origen de su mente trastornada (de ahí que relate diferentes versiones acerca de las cicatrices en su cara).

El hecho de que este Joker no tenga tanto que ver con un supervillano al uso como con el clásico psicokiller se debe también a cómo Christopher Nolan ha concebido el producto sin pecar de la ligereza habitual de un film de Tim Burton. El guión, escrito por el propio director en colaboración con su hermano, invitaba a pensar desde su origen que el resultado final iba a ser muy diferente por lo que tiene de relato múltiple: esta vez, el hombre murciélago no es un héroe solitario, y junto a él pelean detectives, policías, fiscales y jueces. De esta colectividad surge de manera espontánea un calculado montaje con más de una interesante ejecución en paralelo (sirvan como ejemplo cada una de las escenas de creciente intensidad en las que Joker se las ingenia para atentar simultáneamente contra diferentes objetivos). La historia avanza así entre el género de superhéroes y el policíaco, aunque no siempre de manera fluida ya que, en sus dos horas y media, también hay sitio para que asome puntualmente lo peor de ambos. Por un lado están unos compases iniciales donde Nolan precisa de una excesiva verborrea para situar su trama policial, mientras que se nos ofrecen algunos gratuitos alivios cómicos a costa de las apariciones de Bruce Wayne (Christian Bale) acompañándose de despampanantes mujeres con las que intenta llamar la atención de Rachel Dawes (Maggie Gyllenhaal). Por otro, El caballero oscuro fracasa cuando quiere conmovernos con los conflictos internos de su superhéroe, al igual que Spider-Man de Sam Raimi o Superman returns de Bryan Singer, o abusa de la fantástica tecnología que sus colaboradores le proporcionan.

Finalmente, queda en la película una idea de enorme calado. Como tantas películas recientes (véanse las asiáticas Infernal Affairs (Juego sucio) y Deseo, peligro, las americanas Infiltrados y El buen pastor o las europeas Promesas del Este y El libro negro) El caballero oscuro es un relato en torno a la infiltración y a los agentes dobles. Desde la primera secuencia (donde unos atracadores tienen la doble misión de robar un botín y asesinar a sus compañeros) es un reflejo fiel de una cierta manera de leer los tiempos que corren: con políticos y medios mintiendo continuamente, el ciudadano no puede fiarse de casi nada. En un momento del film, Harvey Dent (Aaron Eckhart) llega a preguntarse si queda alguien en quien confiar, a lo que su compañera responde con un retundo "Bruce Wayne", precisamente quien oculta la identidad más desconocida de todas. Como resultado de esta espiral paranoica aparecerá al final un nuevo villano que tratará de desenmascarar y hacérselo pagar a todos aquellos que le traicionaron. Éste se hace llamar, no por casualidad, "Dos-caras".

'The Dark Knight' - Christopher Nolan - 2008 [ficha técnica]
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