sábado, 25 de diciembre de 2010

Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas

Resulta extraño que los prosélitos del cine de Apichatpong Weerasethakul vieran en la Palma de Oro otorgada a Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas una manera de premiar al director tailandés allí donde su cine se había vuelto más convencional, extraño porque su última película no es precisamente normal: si se la compara con Tropical Malady, el otro largometraje de Weerasethakul estrenado en nuestro país, Uncle Boonmee no tiene, por ejemplo, una enorme grieta en medio del relato que destruye la narración dividiendo la película en dos, de acuerdo, pero eso no significa que el film no sea tanto o más irreverente que todo lo realizado por el director tailandés hasta la fecha. Hay en la película una extraña búsqueda del uso del plano como experiencia límite, como si se tratara de estirar cada toma hasta la exasperación, creando la sensación de que no ha habido un trabajo de selección de imágenes, como si el largometraje fuera una consecución caótica de todas las tomas realizadas: paradójicamente, se consigue con ello un resultado final en el que las costuras del proceso de edición quedan tan expuestas como si Lee Chatametikool, habitual montador de Weerasethakul, hubiera escogido un montaje sincopado, es decir, justo lo contrario. Por otro lado, tampoco hay una linealidad clara en el relato. Puede entenderse, cierto es, una historia con presentación, desarrollo y desenlace, pero no sin atravesar singulares derroteros, como pueden ser el tan bello como extraño (y, por ello mismo, célebre) prólogo con el búfalo en medio de la selva tailandesa; el cuento central, peligrosamente cercano a lo cómico, de la princesa que ofrece sus riquezas a un estanque mágico donde se entrega sexualmente a un ente sobrenatural con forma de pez, o el momento en el que uno de los protagonistas revela su sueño acerca del futuro mientras una sucesión de insólitas fotografías fijas nos muestra a unos jóvenes soldados que parecen divertirse con un hombre disfrazado de mono. En paralelo a todo ello, y aquí está lo más interesante del proyecto, el director nos ofrece un canto a los tiempos pasados que aprueba la comunión con la naturaleza y el concepto panteísta de la existencia (expresado mediante esa sucesión de situaciones en la que se dan la mano lo fantástico y lo cotidiano), y censura los nuevos modos de vida, especialmente en esos minutos finales posteriores a la desaparición del protagonista, donde comienzan las revelaciones más directas de lo que el autor de Uncle Boonmee nos quiere contar. Admitamos que los recursos para hacerlo puedan resultar tediosos, pero es positivo que sigan quedando cineastas en activo dispuestos a buscar nuevas maneras de utilizar el medio cinematográfico, sobre todo cuando no olvidan hacerlo con fines comunicativos, teniendo presente que el cine es, ante todo, un lenguaje.

'Loong Boonmee raleuk chat' - Apichatpong Weerasethakul - 2010 [ficha técnica]
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sábado, 11 de diciembre de 2010

Chloe

Pese a venir presentada con formas de melodrama convencional, Chloe es una película donde Atom Egoyan aprovecha las limitadas posibilidades del guión de Erin Cressida Wilson, adaptando el que Anne Fontaine escribió para su película Nathalie.... Olvidando la parte final en la que todo lo expuesto se convierte en una tradicional trama de telefilm con joven seductora y destroza-hogares, el primer tramo de la película expone con brillantez la ansiedad de su protagonista, la ginecóloga Catherine Stewart (Julianne Moore), cuya preocupación por la presunta infidelidad de su marido, el profesor David Stewart (Liam Neeson), no es sino una proyección del pesar de su propia vejez y de sus celos hacia la belleza de las chicas jóvenes que van apareciendo en pantalla, entre ellas sus pacientes, las amantes de sus colegas, las estudiantes que chatean con su esposo, la novia de su hijo o la propia Chloe (Amanda Seyfried), quien no tardará en convertirse en una materialización de la juventud que anhela (la propia Chloe, en el prólogo del relato, presume de que puede convertirse en cualquier fantasía de juventud), hasta el punto de terminar deseándola físicamente. Todo ello empieza a desquebrajarse, precisamente, en una de las escenas más empalagosas del film, cuando Catherine tiene sexo con Chloe, tras lo cual se deja de respetar la entereza del personaje de la joven, y empiezan a surgir motivaciones nada creíbles por su parte, cuando resulta que, en realidad, había sido ésta quien, de manera nada justificada, estaba enamorada de Catherine desde que se conocieron en los lavabos de un restaurante. Todo ello, como decimos, para permitir un tramo final digno de un thriller de sobremesa, que llega a eclipsar a un epílogo bastante más acertado con un brillante plano en consonancia con la primera parte del discurso. Por lo demás, la personalidad del director de obras como El viaje de Felicia o El dulce porvenir queda un poco supeditada aquí a los caprichos de una producción demasiado aburguesada para el director de origen armenio, si bien nos deja unos pasajes en los que recupera la crisis de representación que tan de moda pusieron directores como Egoyan en los noventa, me refiero a los momentos en los que Chloe describe sus encuentros con David y las escenas se reproducen en la mente de Catherine: Egoyan no nos engaña, que lo estemos viendo no significa que ocurriera fuera de la mente de los protagonistas.

'Chloe' - Atom Egoyan - 2009 [ficha técnica]
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