martes, 16 de agosto de 2011

Lo mejor de los años 1920


La web Miradas de cine invitó hace poco a los seguidores de su cuenta de Twitter a que votaran por las quince mejores películas de los años veinte, así como los cinco títulos más sobrevalorados, con el fin de elaborar un dossier sobre esta década de próxima publicación. Dado que no queda muy clara la dirección de email a la cual enviar las listas ("los20+encuesta@miradas.net", ¿que significa ese signo "más"? ¿es esa la dirección literal?), sólo nos queda esperar impacientemente ese dossier, y enumerar aquí, por orden cronológico, mis favoritas...
...y las sobrevaloradas...
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lunes, 15 de agosto de 2011

Carlos

A diferencia de Steven Soderbergh en su díptico sobre Ernesto Guevara (Che, el argentino, Che: Guerrilla), el cineasta francés Olivier Assayas no ha estrenado en la gran pantalla el trabajo cinematográfico completo sobre la etapa de Ilich Ramírez Sánchez que comprende toda su actividad como terrorista, sino que ha escogido, de la mano del productor Daniel Leconte, un montaje reducido de tres horas para su pase en salas, precedido de la emisión mediante circuitos televisivos de tres episodios de larga duración (que son los comentados aquí), ejercicio en el que muchos han querido ver una respuesta europea a ese fenómeno que son las series americanas, cuyo éxito de público está llevando a muchos a repetir la rancia y recurrente profetización de "la muerte del cine". Pese a haberse estrenado en televisión, el rodaje de Assayas produce la impresión de haberse concebido con otras ambiciones, como delata el presupuesto holgado y la ardua tarea de documentación que parece haber precedido al arranque del proyecto, algo inusual en el circuito televisivo europeo. De hecho, es de aquí de donde surge el aspecto más sobresaliente de esta versión extendida, y es el impecable trabajo de ambientación que recrea los escenarios internacionales por donde Carlos operó durante varias décadas, algo notable en una filmación llevada a cabo casi íntegramente en exteriores, y una virtud que Assayas no llega a desperdiciar pese a sus carencias como narrador: prácticamente todo el segundo episodio describe el secuestro de los representantes de los países integrantes de la OPEP y el posterior deambular de Carlos y su banda con los secuestrados en un avión en busca de asilo político, episodio cuya holgada duración no le basta a Assayas para mostrar con claridad lo que sucede, no quedando a veces muy clara la ubicación de los personajes.

Y es que esta miniserie de televisión es un trabajo cinematográfico también para lo malo, y en ello tiene mucho que ver la medida en la que Assayas quiere ser el protagonista de su propia función mediante un "afrancesamiento" (cinematográficamente hablando) del relato, haciendo un particular homenaje a Godard tanto con el montaje sincopado de los momentos de más acción como con cierta concepción nihilista del personaje principal, así como la ambigua descripción del trío que forman, durante buena parte del relato, el protagonista con su amante, la también activista Magdalena Kopp (Nora von Waldstätten), y el ex-novio de ésta, Johannes Weinrich (Alexander Scheer), donde también hay algo del Truffaut de Jules et Jim. Lástima que este afán no sea tal en la propia definición del protagonista, en el que apenas se percibe en los 330 minutos de metraje un mínimo de cambio psicológico: sí que hay algo, como en el Viva Zapata! de Elia Kazán, del cliché del revolucionario corrompido por el poder (Carlos se vanagloria de luchar por los oprimidos, sobre todo al principio, pero trata con vejación a las prostitutas o, incluso, a sus propias amantes), pero esto está más en el curso de los acontecimientos que en la propia evolución interna del personaje. Por su parte, Édgar Ramírez, ofrece un trabajo correcto, físicamente entregado, ganando y perdiendo peso según la ocasión, pero su interpretación se estanca en una serie de tics, de los que abusa, como estar continuamente encendiendo cigarrillos y fumándolos.

Carlos - Olivier Assayas - 2010 [ficha técnica]
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lunes, 8 de agosto de 2011

Guest

Tras En la ciudad de Sylvia, un film aburguesado en muchos aspectos, tanto por la temática como por unas capacidades de producción a menudo inalcanzables para un director invisible, casi maldito, como José Luis Guerín, el director aparece con un producto que se presenta casi como un testimonio de las anecdotas vividas como consecuencia de su película anterior, con lo que habrá quien vea aquí una oportunidad fácil de vivir de las rentas de aquélla: Guerín se paseó durante dos años por los festivales de todo el mundo con su cinta en una mano, y una pequeña cámara de vídeo digital en la otra, con la cual rodó más de cien horas de material que, reducidas a poco más de dos horas de montaje, terminan siendo otro largometraje tan válido como cualquier otro para demostrar su talento como creador. Como indica el título, el discurso de Guest nace de la aceptación del propio cineasta de su condición de invitado, no sólo de esos festivales de cine (que, de hecho, han desaparecido casi por completo del montaje final) sino de los lugares públicos y privados en los que el director es acogido. Así, lo que se supone que iba a ser un mero mecanismo de defensa de un viajante que utiliza la cámara para combatir su soledad o, a lo sumo, otro ensayo filmado sobre el viejo discurso de la no-ficción (como atestiguan en la pantalla algunos congéneres de Guerín, como Jonas Mekas o Chantal Akerman), termina convirtiéndose en un documental social, donde los invitados terminan siendo los deheredados que reclaman su lugar en el mundo, ofreciendo Guerín (como en En construcción) un trasunto del cine de Pedro Costa de mirada explícitamente universal y positiva. Porque la aptitud optimista del director termina anteponiéndose a los (fotogénicos) grises de su mirada, gracias a su habilidad para hacer convivir los dramáticos testimonios de algunos personajes con otros matices abiertamente cómicos (los predicadores de Chile, los cantantes callejeros de São Paulo, el afeminado personaje de La Habana...)

La principal diferencia de Guest con los anteriores trabajos del cineasta la encontramos, como era de esperar, en que un trabajo con tal cantidad de metraje de partida desemboca en un dinamismo (excepto en ciertos interludios donde la imagen descansa sobre una ventana de hotel, una televisión donde el narrador hace zapping, las páginas de un libro movidas por el viento...) en el que es imposible encontrar ese culto tortuoso que el cineasta profesa por el plano, entendiéndolo como el mejor lugar para experimentar con el lenguaje cinematográfico. Desaparecido el estudio sobre las posibilidades cinemáticas del plano fijo, Guerín nos recuerda que también es un maestro en crear cine justo al contrario, siendo Guest un trabajo que le debe absolutamente todo al montaje: desde el barroquismo más extremo durante ese collage de imágenes mezclado con el audio en off de la narración de apertura de Jennie de Dieterle, hasta esas tomas inmutables donde Guerín se enamora de las mujeres de Cali, Lima o La Habana (en este caso con un gesto de admirable nobleza por parte del realizador, cuando escucha cómo la joven se confiesa admiradora de Leonardo di Caprio y de Titanic), pasando por los trucajes en los que vemos a dos personajes discutir en una plaza pública de Chile... el montaje de Guest transmite al conjunto un tempo narrativo perfecto, al tiempo que va construyendo un discurso a partir de los ecos que el cineasta encuentra en sus viajes, mientras su libro de ideas, al principio en blanco, se va saturando de apuntes y borrones: no sólo los predicadores que hablan de Samaria conducen al director a un lugar desolado cerca de Jerusalén, también la parábola del diluvio cobra protagonismo cuando, de vuelta a Venecia (como no podía ser de otra forma), la lluvia termina, literalmente, inundando la imagen.

Guest - José Luis Guerín - 2010 [ficha técnica]
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