La enésima revisitación del cine bélico/político a cargo de la cineasta Kathryn Bigelow ha sido acogida con bastante más frialdad que su (a mi juicio) sobrevalorado largometraje anterior, lo cual resulta bastante extraño siendo
Zero Dark Thirty un film mucho más logrado. Y es que, a pesar de compartir alguna de las limitaciones de
En tierra hostil, sobre todo en lo previsibles que resultan ambas películas en momentos donde la directora pretende atrapar al espectador con una malograda tensión (cf. la secuencia del atentado en Camp Chapman en Afganistán), su nuevo largometraje potencia los escasos atractivos de su anterior trabajo
. Tal vez la corriente de opinión se ha dejado llevar por las evidentes similitudes que este trabajo para el cine guarda con la célebre (pero muy irregular) serie de televisión Homeland, con la cual no sólo comparte el hecho de que su protagonista femenina trabaja para los servicios de inteligencia norteamericanos y vive obsesionada con evitar todo posible atentado dentro del territorio nacional (de hecho, la palabra "homeland" se repite hasta la saciedad en la versión original de esta película), además es Zero Dark Thirty una película rodada en formato digital con un estilo muy televisivo, que a veces no puede esconder graves carencias de presupuesto.
Todo ello no debería eclipsar las virtudes que tiene aquí el trabajo de Bigelow, quien hilvana un relato cada vez más interesante pese a lo generoso de su metraje, con un guión que no solo desarrolla la acción sino que ofrece las pertinentes preguntas hacia la justificación de la misión de Maya, o a que su trabajo no impida que se sigan cometiendo brutales atentados en todo el mundo, como tampoco podemos ignorar el hecho de que el film ofrece una gran coherencia dentro de la filmografía de su autora. Así, si al final de En tierra hostil veíamos cómo su protagonista se encontraba a sí mismo completamente desubicado en la rutina diaria de un ciudadano americano corriente, Maya (Jessica Chastain) es en Zero Dark Thirty una mujer que vive por y para la acción bélica, pero entendida aquí de una manera más contemplativa, ofreciendo gracias a esto último muchas pistas para ver el conflicto a través de los ojos de la propia cineasta.
Maya es lo más parecido a un alter-ego de Bigelow que podemos encontrar en su cine y, en ese sentido, llama la atención el casi inexistente interés que ésta deposita sobre los rasgos personales de su protagonista: una única vez vemos a la mujer hablar sobre sus asuntos sentimentales con una compañera, Jessica (Jennifer Ehle), y justo cuando ésta última plantea la posibilidad de que las mujeres tengan una aventura con un jefe o un compañero, un brutal atentado (basado en hechos reales acontecidos en el Hotel Marriott de Islamabad) les devuelve a la cruda realidad de su trabajo (más adelante podemos ver que Maya tiene una foto con su amiga como fondo de su pantalla de ordenador, pero esta imagen dura una fracción de segundo). Ello no impide que adivinemos en Maya la mirada de la autora del film, siendo ésta una mujer, como ha demostrado en casi todas sus películas, que profesa una ambigua admiración hacia los individuos del otro sexo, moviéndose entre el desprecio y la simpatía, sobre todo cuando estos se desenvuelven dentro de un ambiente tan varonil e impetuoso, a la vez que frívolo y descerebrado, como es el ejercito. De ahí que en los tensos minutos previos al asalto final veamos justo esa mirada en la protagonista de la ficción, mientras que durante la incursión del ejercito se lleve a cabo un minucioso y muy creíble trabajo de recreación del asalto, y es que es ahora la directora la que mira con dignidad y respeto a sus compañeros. En consonancia con todo esto, resulta muy dramático y desolador el plano final con las lágrimas de Maya, cuando un compañero bromea preguntando a dónde quiere que la lleve, y ella sabe que, una vez cumplida su misión, su propia vida ya no tiene sentido.
Zero Dark Thirty - Kathryn Bigelow - 2012 [ficha técnica]
... leer más