martes, 28 de agosto de 2007

Sympathy for Lady Vengeance

Los canales de distribución que nos han traído (con dos años de retraso y en pleno mes de agosto) este trabajo de Park Chan-wook se han tomado la libertad de presentarlo de manera doblemente retorcida. Por un lado, han traducido lo que vendría a ser "Señorita Geum-ja, la del corazón amable" como "Simpathy for Lady Vengeance", para que no olvidemos que se trata de otra entrega de la serie iniciada por Simpathy for Mr. Vengeance. Por otra parte, el cartel que hemos podido ver en España difiere de la versión coreana del mismo (que acompaña a estas líneas): el de aquí recuerda sospechosamente a alguno de los diseños que en su día se utilizaron para publicitar ambos volúmenes de Kill Bill, lo que nos hace suponer segundas intenciones por parte de algún avispado distribuidor, como si se quisiera atraer a cierto sector del público subrayando las similitudes entre la obra de Park Chan-wook y la de Quentin Tarantino. Éste ha confesado su devoción por los personajes femeninos, a quienes ha dotado en sus últimas películas de caricaturescas inclinaciones hacia la violencia más atroz. También Park Chan-wook ha declarado que la protagonista de Simpathy for Lady Vengeance surgió al sentirse su autor en deuda con los personajes femeninos, ya que en su célebre Old boy la chica era "la única que no conocía la verdad al final del relato". Extraños argumentos, para quienes creen que la mejor manera de dotar de interés a un personaje es darle una katana con la que pueda decapitar al resto del elenco. Nos sorprende este recurso por parte de Tarantino, un autor que fue capaz de crear los más interesantes personajes de ambos sexos en sus tres primeros largometrajes, pero no así en el caso de Park, un cineasta frecuentemente apoyado en el impacto de sus imágenes, por encima de la verosimilitud de las situaciones o el dibujo de los protagonistas. Por ello, en esta película las presentaciones de las mujeres que van llegando a la prisión donde Geum-ja Lee (Yeong-ae Lee) fue recluída durante varios años quedan reducidas a meros esbozos alrededor de los cuales es posible describir una situación de violencia extrema.

Los paralelismos entre un autor coreano como Park y otro americano (u occidental en general) como Tarantino no terminan en su tono violento o en la caricaturización de sus personajes. El camino que están tomando los cines de autor a nivel mundial (salvo contadas excepciones) empieza a ser digno de estudio: mientras que algunos outsiders nos quieren llamar la atención mediante la estética de sus films, algunos grandes estudios se están volviendo a interesar por un cine elaborado concienzudamente a partir de sus contenidos, llamándonos la atención la sonrojante temática (si existe) de algunos ejercicios "de autor" y/o "independientes" (Hard candy, El jefe de todo esto, El viento que agita la cebada, ...) frente a la seriedad con la que algunas majors supervisan un trabajo enfocado a un público más masivo (Brokeback mountain, Hollywoodland, Cartas desde Iwo Jima, ...). No sería justo generalizar con esta afirmación, habría que detenerse en cada caso por separado pero, volviendo al cine coreano, es significativo que podamos obtener más información sobre un país como Corea del Sur viendo un título tan genérico como The host que tras visionar toda la filmografía de Kim Ki-Duk. Éste, como Park Chan-wook, se centra más en cultivar cierto tipo de imágenes que en recoger en éstas la realidad del mundo en el que vive. En el caso de Park, tanta abstracción estaba justificada en una devoción por el cine de géneros. La citada Old boy supuso un estupendo punto y aparte para la tradición del film noir, una puesta al día de la desolación de sus personajes y del carácter enfermizo (casi sobrenatural) de los relatos, allí donde lo dejaron los últimos artesanos del género. Lamentablemente, Sympathy for Lady Vengeance fracasa en este intento, siendo tan sólo un ejercicio de imitación del estilo que hizo famoso a su autor, acompañándose por los mismos directores de fotografía, montadores y músicos, pero no aportando nada nuevo como continuación del género negro (salvo, como decimos, la belleza y/o el impacto de algunas imágenes), llegando a desaprovechar momentos con excelentes posibilidades, como la venganza final de manos de las familias de los niños asesinados (resuelta con un uso de la elipsis demasiado mecánico), o a alargar en exceso su epílogo hasta ese plano final bajo la nieve, en un último y desesperado intento por establecer paralelismos con su film anterior.

'Chinjeolhan geumjassi' - Park Chan-wook - 2005 [ficha técnica]
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lunes, 27 de agosto de 2007

Caótica Ana

En un momento de Caótica Ana, la mecenas francesa interpretada por Charlotte Rampling incita a su discípula a que pruebe la pintura al óleo para superar el tono naïf de las ceras aplicadas a sus cuadros. Ana (Manuela Vellés) contesta que ella quiere evadirse, o algo así, para defender unos cuadros de los que sabremos al final que, en realidad, constituyen la obra pictórica de la malograda hermana de Julio Medem. La belleza de esos cuadros queda fuera de discusión, como también la belleza de algunas imágenes de Julio Medem, pero no así el tono naïf del que también se contagia el último film del director, cuya carrera cinematográfica fue en ascenso hasta que filmó Tierra, todavía su película más inteligente, para después ir perdiendo interés con cada nuevo film, en una caída imparable donde Caótica Ana sería su peor trabajo hasta la fecha. Medem es un buen ejemplo del cine español de los noventa, plagado de jóvenes promesas que se han ido apagando con la edad, y que nos dejaron un cine a menudo tan bello como despegado de la realidad, gracias al cual podemos conocer muy bien cuál era la forma de contar las cosas de una generación, pero no cómo era el mundo donde vivieron esos narradores. Entrados ya en la nueva década, alguno de sus trabajos se ha impregnado de lo peor del cine sucesor: Ana vive en una de esas comunidades de "artistas revolucionarios" como la que vimos en la sonrojante Noviembre o en todas esas series de televisión de moda sobre triunfitos en su apogeo hormonal. La protagonista y su amiga a veces recuerdan incluso a la Juani de Bigas Luna, con la salvedad de que aquél ponía la cámara a la altura de los personajes, mientras que Medem intenta elevarla muy por encima, dando como resultado un discurso enteramente apoyado en las divagaciones de dos okupas fumadas, y apuntemos que las interpretaciones de Bebe y de Vellés rozan el ridículo, sobre todo cuando esta última finge ser decapitada, torturada, etc. en momentos de trance (podemos anticipar que la prensa hablará de "joven promesa" o de "valiente interpretación": esto no se debe a su labor profesional, sino a pasear desnuda casi todo el rato pese a su juventud).

Perdido ya el interés por el estilo cinematográfico de los noventa, a directores como Medem sólo les queda intentar hablar sobre la realidad, algo que nunca han sabido hacer, sobre todo si utilizan para ello el arte naïf, un lenguaje pleno de ingenuidad y sinsentidos, gracias al cual, Medem es capaz de filmar planos de Manhattan o de Madrid de forma que nos parezcan lugares desconocidos. La realidad en Caótica Ana no se pretende incluír de manera figurativa, sino al complementar su discurso de filosofía barata con un cine denuncia traído por los pelos en un desenlace que chirría por mucho que las protagonistas hayan estado viendo a George Bush momentos antes en la tele (no es suficiente, Medem debería aprender de Michael Haneke en lugar de limitarse a copiar Cache, que contenía un recurso casi idéntico, pero de un arte infinitamente superior). El film viene a ser un canto a la mujer contra la capacidad destructiva del hombre, uniendo en una misma protagonista a todas las mujeres que han sufrido esta destrucción a lo largo de la historia, hasta llegar al presente, donde el monstruo es, cómo no, la Guerra de Irak. No podía ser de otra forma de manos del director de La pelota vasca: Medem considera que, tratándose de terroristas, hay que dialogar detenidamente con todos los verdugos y escuchar sus ideales, pero si nos encontramos con un mandatario norteamericano la cosa cambia, hay que cagarse en él, al tiempo que se le describe como violador, pervertido y no sé cuántas cosas más. Lo peor no es ya esta ridícula crítica política, sino cómo se contradice el film en conceptos mucho más básicos: después de un prólogo metafórico con un halcón y una paloma (relacionado con el epílogo protagonizado por Ana y los malos), se nos presenta a la joven en mitad de una patética fiesta ibicenca, rodeada de machos que adoptan formas de animales bajo los efectos de las pastillas, para terminar adorando el enorme falo de uno de ellos. No se me ocurre peor manera de arrancar una historia sobre diosas y matriarcas.

'Caótica Ana' - Julio Medem - 2007 [ficha técnica]
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viernes, 17 de agosto de 2007

Ratatouille

Aparte de por sus virtudes más evidentes (un absoluto vanguardismo técnico y unas sobresalientes habilidades narrativas), la factoría Pixar presume de haberse caracterizado desde su primer largometraje por una manera clásica de hacer cine, contraria a la política de autor, donde no parece muy significativo quién dirija cada proyecto, sino que prevalece el esfuerzo colectivo sobre cualquier individualismo. Recuérdese cuando John Lasseter, tras dirigir (no siempre en solitario) los tres primeros largometrajes de Pixar, delegó en varios de sus colaboradores para alumbrar las asombrosas Monsters, Inc. y Finding Nemo, sin sacrificar con ello la marca de la casa, para volver años después a acometer junto a Joe Ranft la dirección de Cars, siendo muy difícil detectar la mano de uno u otro autor entre estos títulos. Sin embargo, a medida que engorda la lista de producciones de la compañía empezamos a advertir algún que otro rasgo de personalidad, si bien han hecho falta ocho títulos para que uno de sus artifices, Brad Bird, se muestre un punto diferente a sus compañeros, dirigiendo los que quizás sean, por otro lado, los dos films menos conseguidos del estudio: la irregular (pero, aún así, notable) The incredibles y Ratatouille, probablemente el largometraje más flojo de todo el catálogo.

Los dos productos de Brad Bird pecan de un exceso de racionalismo adulto en medio de una cosecha donde la máxima es trascender el universo infantil para llevarlo a un mundo de surrealismo cercano a lo sublime. Lo más grave es que este carácter racionalista termina contagiando el ritmo de las películas, carentes del tempo frenético del resto de largometrajes, donde era difícil encontrar un sólo plano que pecara de una inadecuada duración. Ratatouille es una película excesivamente dialogada por boca de unos personajes demasiado infantiles y que demandan, como hemos dicho, irracionalidad en el trato, lo que perjudica al interés con el que se sigue la trama, sobre todo a partir del segundo tercio, pues el arranque del film es realmente prometedor, empujado por la presentación de Remy (una rata) y de sus compañeros, y por el despliegue técnico del que, como hemos dicho, alardea la compañía, capaz de superarse en ese aspecto título tras título, por difícil que parezca. Ambas virtudes tienen su punto álgido en la secuencia en la que una anciana armada dispara contra los protagonistas hasta descubrir el inmenso nido de roedores que vive en el techo de su casa, momento en el que el film adopta un punto de vista desacomplejadamente infantil (que se irá perdiendo progresivamente), sin ocultar un ápice el carácter desagradable que la escena posee para los espectadores más adultos. La cosa decae, pues, cuando los personajes humanos obtienen el protagonismo con un tono histriónico que irrita tanto o más que el de cualquier actor de carne y hueso (suponemos que la culpa de esto la tienen los histriónicos actores de carne y hueso que ponen voces a los protagonistas), y avanza hacía un objetivo un tanto indefinido: el desenlace está adornado con un largo monólogo acerca de la crítica culinaria que vemos sospechosamente atribuíble también a la cinematográfica. Así, su epílogo puede verse como un ataque preventivo hacia los cronistas que no sean demasiado tolerantes con los quehaceres de Brad Bird: el renombrado crítico será un habitual en el restaurante que terminan regentando los protagonistas, donde hacen cola una horda de progres que visten como él, y toda la colonia de Remy. Ratas y críticos, viviendo en harmonía.

'Ratatouille' - Brad Bird - 2007 [ficha técnica]
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