viernes, 5 de febrero de 2010

Invictus

En Sudáfrica el fútbol es deporte de negros, el rugby deporte de blancos. Así fue durante el apartheid y así ha seguido siendo después de que Nelson Mandela fuera elegido presidente en las urnas, aunque el relato narrado en Invictus da una versión diferente, al afirmar que el hacer partícipe a los negros en un deporte de blancos fue uno de los mayores logros del recién elegido presidente. Sin embargo, no debemos juzgar la supuesta fidelidad a la realidad de los hechos narrados en la ficción de este film (ni en la de ningún otro, tampoco lo hicimos a propósito de Malditos bastardos), sino su manera de narrarlos o, en todo caso, su lectura abstracta aplicable no a un momento histórico concreto sino a muchas "realidades" posibles. Los momentos más interesantes del último film de Clint Eastwood pasan por constatar la existencia de una separación racial materializada en el deporte, y por describir las fuertes connotaciones políticas que ello tiene, algo que queda claro nada más arrancar la película: Unos jóvenes de raza negra juegan al fútbol en un campo cercado mientras un equipo de rugby formado por jugadores blancos entrena en el campo contiguo. Después, un coche escoltado por la policía circula a toda prisa por la carretera que separa ambos recintos, los negros responden corriendo con alboroto hacia los coches y jaleando el nombre de Mandela, mientras que los blancos permanecen perplejos y asustados por la situación. Esta escena define muy bien los primeros compases de la película, en la que el presidente es consciente de esta separación y encuentra un enorme obstáculo, no tanto en erradicar viejas costumbres racistas de los blancos hacia los negros, sino en hacer que los de su mismo color de piel perdonen a sus compatriotas blancos por sus conductas en el pasado, y esto es algo tan bien llevado en Invictus que las mejores escenas de su primera mitad tienen lugar cuando se muestran los enfrentamientos entre ambos sectores y cómo, poco a poco, se van limando las diferencias: Pienso, sobre todo, en las situaciones en las que el cuerpo de seguridad de Mandela tiene que admitir en el equipo a un grupo de compañeros de raza blanca, momentos brillantemente llevados, donde la inevitable tensión de los hechos no está reñida con un deliberado sentido del humor, o aquellas que van describiendo el cambio de mentalidad en los integrantes del equipo de rugby de los Springboks, al ir tomando conciencia de su importancia dentro de la delicada sociedad de su país.

Un punto de inflexión de este desarrollo se encuentra en el momento en el que el equipo de rugby llega a un barrio marginal para enseñar el juego a los niños más pobres, una escena de un extraño aire documental pero especialmente bella, y ello a pesar de padecer el edulcoramiento presente en otros (muchos) momentos no tan afortunados. Y es que es Invictus un film donde Clint Eastwood, siendo un especialista en esta labor, no ha sido lo suficientemente capaz de atenuar los rasgos de film "de productor" que llevaba asociados el proyecto. Si bien salva la propuesta de ser un mero vehículo para lucimiento de sus actores, sobre todo quienes han trabajado a conciencia su acento sudafricano para regalar una interpretación "de Oscar", Eastwood cede ante la idea de utilizar ñoñas canciones como subrayado dramático en los momentos menos oportunos, al tiempo que aplica a la última parte del film, la final de la Copa del Mundo de Rugby entre las selecciones de Sudáfrica y Nueva Zelanda, una espectacularidad expositiva que hace un flaco favor al ritmo de la película: si bien en este tramo queda reflejado con bastante realismo cómo un país entero puede paralizarse ante un evento deportivo, el abuso del slow-motion durante las últimas jugadas del partido agota la paciencia de cualquiera.

'Invictus' - Clint Eastwood - 2009 [ficha técnica]

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