viernes, 18 de agosto de 2006

[Opinión] Vivre sa vie

Los artistas abstractos huyeron de la representación fiel de los objetos porque pensaron que así sortearían el sistema sensorial del espectador, llegando directamente a los sentimientos. La mayor parte de estos artistas tuvieron que despreciar de manera radical, ofensiva, los lenguajes establecidos, planteando una reinvención de estos lenguajes muy arriesgada porque los dejaba en un mal lugar desde el antiguo punto de vista técnico. Aquello supondría cargar con la mala fama del pintor que no sabe dibujar, y era el caso de Jean-Luc Godard, quien en su debut desafió tantas leyes del lenguaje cinematográfico que todavía hoy se pretende discutir su valía. En cualquier caso, la negación de la representación figurativa no es una ley del arte abstracto, ni mucho menos. Carl T. Dreyer defendía siempre la abstracción como el mejor aliado del artista en busca de un mensaje espiritual, sin embargo, todas sus obras maestras son de un realismo cegador.

Godard jamás pretende (por fortuna) igualar al director danés, aunque la maltratada protagonista de Vivre sa vie encuentra una razón a su existencia en las lágrimas de Maria Falconetti en La pasión de Juana de Arco, iniciandose así un diálogo hermoso entre ambos films: Nana se siente llamada por una vida de martirio en busca de la salvación, que será la muerte. Como Dreyer, Godard comprenderá que el desafío al lenguaje establecido en Al final de la escapada no es el único camino hacia la abstracción, hacia la espiritualidad, y plantea un film con momentos cinematográficamente pulcros, casi académicos, de un pintor abstracto que sí sabe dibujar. Serán doce episodios de cierta independencia (los doce cuadros que pronostica el título original), a menudo usados para delimitar ideas y estilos cinematográficos. En cada cuadro veremos que la joven será la misma, ingenua y optimista, pero su mundo se irá volviendo más hostil.

Siendo un film paradigmático de la nouvelle vague, Vivre sa vie también es una obra artística que habla del arte. Como en El retrato oval, el artista cinematográfico mata a su dócil musa en su afán de retratarla, de imitar su realidad. Es el propio cineasta, que pone falsa voz al único personaje en que Nana parece encontrar realmente un salvador, quien lee el relato de Poe. El autor tendrá tiempo para brindar la secuencia final a la cultura popular, de la que también es deudor, en su secuencia más característica. El momento sería de una tragedia atroz si años después fuera filmado por otro discípulo de Dreyer como Lars von Trier, pero en esta película no sólo es trágico, también tiene el tono gamberro de cualquier otro final de la escapada. Porque es Godard quien firma la obra, y es un artista.

'Vivre sa vie: Film en douze tableaux' - Jean-Luc Godard - 1962 [ficha técnica]

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