lunes, 6 de noviembre de 2006

[Opinión] La dalia negra

Lo que vengo encontrando en casi todas las reseñas del último film de Bryan De Palma que leo en los medios es, más que un ejercicio de crítica, uno de comparación. Tiene esta película la mala suerte de pertenecer al cine negro y de ser una adaptación del libro más personal de un escritor de referencia obligada dentro del género. Por eso, a menudo se la compara con algún que otro título ejemplar citando sus virtudes (por ejemplo, la criminalidad y la corrupción vistos como males enfermizos, casi sobrenaturales), o bien echando mano de "la otra" gran adaptación de James Ellroy, L.A. confidential, de manos de Curtis Hanson, un realizador bastante menos laureado (otro punto en contra de De Palma). El caso es que esto consigue pasar por alto todo aquello que este film tiene a base de nombrar lo que no tiene o, dicho de otra forma, se dice lo que no es, pero no lo que es La dalia negra: un producto entretenido, hábilmente narrado y técnicamente muy correcto.

No obstante, tampoco hay que agradecer su visionado así de rápido. A mí personalmente me empieza a caer mal el empeño de este director por intentar que cada actriz que pasa por sus manos se parezca a Kim Novak, si bien las señas de identidad de su último trabajo no son los filtros que filman a Scarlett Johansonn con jerseys de angora y cabellos recogidos, sino sus acercamientos mediante teleobjetivos, su escena de acción central resuelta en una escalera, la mujer que se viste de hombre para asesinar, o ese personaje que cae desde una gran altura mezclando su sangre con el agua donde cae. Es decir, el cine de De Palma ha dejado con el tiempo de basarse en la cita a sus maestros para construirse mediante auto-referencias. A veces, este ejercicio de imitación de lo propio y lo extraño deviene un formidable ejemplo de creación, pero en el caso de La dalia negra constituye un trabajo que entretiene pero no fascina.

Para terminar, permítaseme hacer a mí también lo que hacen todos: comparar. Comparemos el contexto en el que Ellroy, que tuvo una infancia marcada por el odio y una juventud infernal, se acercó al caso real de La Dalia Negra, la cual murió en condiciones similares a las de su propia madre, con la manera en la que ha adaptado la novela Bryan De Palma, quién ha insistido durante toda su carrera en hacernos ver lo mucho que le gustaban las pelis de Hitchcock. En el caso del primero el arte es consecuencia de la vida, en el segundo del propio arte. Es decir, en los últimos compases del siglo XX aún era posible el concepto romántico de artista, pero para muchos autores cinematográficos el motor de su lenguaje ya no era la vida sino la interpretación de la vida que otros habían hecho antes. Creo que esta ceguera cinéfila es la semilla de la concepción contemporánea del cine, y uno de los problemas que deberían superar muchos directores para eliminar el carácter apático de sus películas.

'The Black Dahlia' - Brian De Palma - 2006 [ficha técnica]

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