
Viendo Enemigos públicos se tiene la sensación de que Michael Mann es consciente de la importancia que ha ido adquiriendo con los años su película Heat y parece haberse servido de las desventuras de John Dillinger para hacer una especie de tributo a sí mismo bajo la forma de una relectura de aquél título. Aquí, De Niro y Pacino han sido sustituidos por Johnny Depp y Christian Bale (acaso con la esperanza de que estos actores lleguen a ser alguna vez lo que fueron aquellos) para protagonizar una trama muy similar, sin faltar el obligatorio enfrentamiento dialéctico entre uno y otro (esta vez dentro de una situación menos forzada, en un momento en el que Dillinger está entre rejas y es visitado por el detective Melvin Purvis) como preludio del enfrentamiento físico final, y donde se han cuidado por encima de todo las escenas de acción (que no desmerecen para nada a su precedente) y el carisma de sus protagonistas. Como contrapartida, queda un guión a ratos bastante pobre, sobre todo en lo que respecta a las motivaciones y relaciones de sus personajes (véase con qué facilidad el gélido Dillinger se enamora de Billie, la joven encarnada por Marion Cotillard), demasiado centrado en hacer convivir el tópico de "el malo bueno" sin compensarlo con un ápice de injusticia por parte del que, por otra parte, es "el bueno bueno" (explicando cualquier traspiés de Purvis como consecuencia de una mala decisión de su superior o un error de sus compañeros). Sin embargo, estas carencias también tienen su compensación, en el sentido de que Mann rehace su propio cine sin renunciar a una experimentación radicalmente contraria al academicismo del que hizo gala en los noventa. Lo más llamativo de Enemigos públicos es su arriesgado uso del formato digital en alta definición, cuyo efecto no está muy en consonancia con el realismo que su autor buscaba (según ha declarado en varias entrevistas): esa extraña saturación de cromatismos que tiene lugar cuando Mann emplaza su cámara digital en los interiores recuerda, sobre todo, a movimientos como el (hoy olvidado) Dogma, es decir, adquiere las connotaciones de un lenguaje que ponía en escena todos los artificios del cine. Así, Enemigos públicos pretende ser hiperrealista pero adquiere a menudo texturas irreales, casi abstractas, algo que no por fallido tiene por qué suponer un problema: yo apuesto a que Mann ha abierto un nuevo camino y que su película será un referente en el futuro.
'Public Enemies ' - Michael Mann - 2009 [ficha técnica]
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