
La publicidad nos dice que Babel habla de la globalización, quizás en un intento por resumir en una palabra o con una etiqueta la costumbre de los nuevos autores de introducir una colección infinita e inconexa de ideas en sus cocteleras, un lugar donde cabe desde la vida de un matrimonio burgués en fase de separación que vivirá momentos trágicos después de un accidente con armas de fuego, hasta un relato que va de lo familiar a lo político en Marruecos, pasando por una historia de inmigración, enfrentamientos culturales y policía de frontera, así como la historia de una joven sordomuda japonesa con momentos dignos del más tópico manga erótico para adolescentes, en el que no faltan ni el despertar sexual ni las faldas de colegiala. No se debe, por otro lado, buscar un sentido autoral en todo esto, no creo que el hecho de que un hombre de negocios japonés regale un rifle a un cazador africano tenga que ver con la globalización, los ricos han hecho viajes de placer a países pobres antes de que se acuñara este término, como tampoco significa nada que un atentado terrorista en Marruecos origine la deportación de una asistenta mexicana, sólo es una de esas historias de casualidades y efectos mariposa tan de moda en el cine actual -véase Crash (colisión), una película que comparte muchos de los defectos de Babel, donde la casualidad quiere que un grupo muy reducido de personas se cruce una y otra vez en una ciudad tan grande como Los Ángeles.
No obstante, existen momentos en los que Iñárritu aporta algo de personalidad al guión de su compañero, por ejemplo cuando los personajes se introducen en México, produciéndose un frenético montaje de imágenes con fondo de música latina, que no dura más de lo necesario y que sirve para fijar el punto de vista en los dos niños que viajan sin sus padres a un país extraño, un asombro que continuará por momentos durante la estancia de éstos en el país (cf. el momento en el que uno de ellos presencia la decapitación de una gallina), o la larga secuencia en la que los adolescentes japoneses participan en una sesión de alcohol y pastillas que culmina en una enorme discoteca, en una especie de homenaje de Iñárritu al mundo de la noche y a la cultura de los disc jockeys (un oficio que él mismo practicó), sabiendo captar perfectamente su tono malsano y juvenil, mucho mejor que todos esos célebres directores de videoclips. Por otro lado, Arriaga (o Iñárritu) no juega a marear el tiempo narrativo, lo que para mí supone un monumental engaño en 21 Gramos que sus artífices no repiten en Babel: aquí, las historias se solapan sin crear confusión ni, por tanto, ocultar el excaso interés de lo que se está contando.
'Babel' - Alejandro González Iñárritu - 2006 [ficha técnica]
ResponderEliminarViajar con películas es sumergirse en escenarios visuales, mientras que los libros nos llevan a travesías mentales. Ambos son pasaportes a mundos nuevos, enriqueciendo nuestras aventuras personales.