martes, 27 de abril de 2010

Alicia en el país de las maravillas

Seamos justos. Si películas como La Sirenita, Aladdin o Hércules nunca fueron vistas como películas de Ron Clements y John Musker, o si en La bella y la bestia o El jorobado de Notre Dame nadie buscó (o yo no lo recuerdo) marcas "autorales" de los cineastas Gary Trousdale y Kirk Wise, entonces tampoco veo acertado referirse a esta nueva Alicia en el País de las Maravillas como una película de Tim Burton, ya que no es ni más ni menos que una película de Disney. Tanto es así que no está planteada como interpretación a cargo de Tim Burton del cuento original de Lewis Carroll, sino como recuperación de los personajes no tanto del cuento de Carroll como de los del film de animación Alicia en el País de las Maravillas encargado en los años cincuenta por Disney a los prolíficos Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske (quienes, dicho sea de paso, tampoco han tenido casi nunca más categoría que la de artesanos para la prensa especializada). No está muy claro si las consecuencias de que la responsabilidad de esta película no recaiga en "el autor Burton" sino en "la productora Disney" suponga, a priori, algo malo. Burton, como hemos dicho otras veces, hace ya mucho que se limita a firmar ambiciosos proyectos donde no queda un ápice de su universo original, es decir, no hay rastro de la estupenda apropiación que hacía de, entre otras cosas, la arquitectura gótica y el cine fantástico de bajo presupuesto en películas como Batman returns, Eduardo Manostijeras o Ed Wood, universo que ha desaparecido en sus últimos largometrajes, excepción hecha de la excelente La novia cadáver, cuyos méritos sospecho que recaen en su colaborador Mike Johnson, y la aburrida Sweeney Todd, film desmedido, rodado fugazmente y maquillado con carísimos efectos de postproducción.

Por lo tanto, no veo nada que lamentar en el hecho de que hayan sido los ejecutivos de Disney los que definieron las directrices a la hora de abordar esta revisitación de la Alicia de Lewis Carroll, el problema está en cuáles han sido estas directrices. Y es que parece que ya no se pueda desarrollar un relato fantástico en mundos imaginarios confiando en que el espectador quede fascinado por el descubrimiento de estos mundos, por lo visto hay que ofrecer, además, una aventura lubricada con un gran duelo final de magia y espadas, a la manera de El señor de los anillos, Las crónicas de Narnia o Harry Potter, una aventura en la que se descuida la evolución del personaje protagonista, con lo cual la conclusión del relato, con Alicia (Mia Wasikowska) aconsejando a Lord Ascot (Tim Pigott-Smith) sobre sus negocios, termina resultando tan tópica como traída por los pelos. Asimismo, estamos ante la quintaesencia del cine de productor, aquél que sólo confía en caros montajes y espectaculares panorámicas. Así, la película es pura atracción de feria, con un uso impecable (todo hay que decirlo) de lo último en técnicas de efectos especial, y que utiliza la imagen estereoscópica y las gafas 3D como una manera de lograr, si cabe, mayor espectacularidad. Paradójicamente, y desde mi punto de vista, el efecto conseguido con el 3D es justo el contrario: Como el resultado de esta tecnología es una mera superposición de planos en lugar de una recreación de volúmenes, lo que percibe el ojo humano es una especie de teatro de recortables de cartón. Si las cosas fueran distintas, podríamos pensar que es Tim Burton quien busca en el 3D un aire de trucaje artesanal, pero lo dudo mucho.

'Alice in Wonderland' - Tim Burton - 2010 [ficha técnica]
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domingo, 25 de abril de 2010

Fantástico Sr. Fox

Una de las cosas que más me gustaron de Los mundos de Coraline fue esa manera de llevar la técnica del stop-motion al más difícil todavía que hace de la realización de cada secuencia una labor imposible para sus artífices, lo que se traducía en aquel trabajo (como en muchos otros) de Henry Selick en que cada pequeño detalle filmado tuviera una enorme capacidad de fascinación. Selick iba a ser, en principio, director del departamento de animación y mano derecha de Wes Anderson a la hora de abordar la novela infantil de Roald Dahl Fantastic Mr. Fox (editada en España por Alfaguara con el título de El superzorro), algo que cambió con el cierre de los estudios Revolution, situación que dio lugar a que Selick abandonara el equipo de Anderson y fuera reemplazado por Mark Gustafson. Supongo que fue la entrada de alguien más inexperto lo que hizo que el cuento de Dahl fuera llevado a la pantalla con una filosofía diametralmente opuesta a la de Selick, es decir, no buscando un uso virtuoso y espectacular de la animación de figuras articuladas, sino desarrollando la técnica de stop-motion de una manera deliberadamente artesanal, de entrada, reduciendo el número de fotogramas por segundo a doce, consiguiendo así unos movimientos más bruscos que subrayan lo artificioso de la técnica, al tiempo que no se ocultan las huellas del artesano, por ejemplo, al fotografiar los movimientos caóticos en el pelo de los personajes como consecuencia del contacto con la mano del animador. En cualquier caso esto no debe suponer un lastre: que la animación sea imperfecta y que, además, esta imperfección sea impostada, no tiene por qué traducirse en una pérdida de la capacidad de fascinación de la que hablamos, siempre que se aprovechen otras virtudes del stop-motion en cuanto manera de realizar cine que aúna lo mejor de la animación con lo mejor de la imagen real: el creador ejerce un control total sobre la obra, actores incluidos, de manera que no hay sitio para histrionismos no deseados, al tiempo que la técnica dificulta gratuitos movimientos de cámara, con lo que el resultado es un cine contenido y con una gran dependencia de la puesta en escena. Virtudes que, por desgracia, Fantástico Sr. Fox no termina de aprovechar: Pese a que se trata de una película muy entretenida y de un envidiable ritmo, el film de Wes Anderson desaprovecha a menudo las ventajas de la animación en general y el stop-motion en particular, ya que se comporta en casi todo su metraje como una comedia dialogada, basada en el texto de sus personajes más que en las imágenes o en las acciones, excepto en contados momentos donde se ponen en escena algunas ideas visuales realmente brillantes (véanse, por ejemplo, planos como aquél en el que el protagonista se cuela en una de las granjas de sus enemigos y el robo se muestra en los monitores de vigilancia a modo de viñetas de cómic). Wes Anderson podía haberlo hecho mejor.

'Fantastic Mr. Fox' - Wes Anderson - 2009 [ficha técnica]
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