martes, 25 de agosto de 2009

Enemigos públicos

Durante un tiempo, todos hablaban de Michael Mann como el director que había desperdiciado la oportunidad de juntar en un único plano a Robert De Niro y Al Pacino. Ambos actores eran enemigos en la ficción de Heat, pero Mann se sacó de la manga una escena imposible para que tuvieran un largo encuentro. Sin embargo, llegado el momento, el director rodó la secuencia con un oficio excesivo, resolviéndola entera con planos de Pacino y contraplanos de De Niro, tras lo cual se rumoreó que los dos actores nunca coincidieron en el set de rodaje. A pesar de (o precisamente por) esto, al cabo del tiempo, Heat ha terminado siendo recordada no por su lujoso reparto (por allí pululaban también estrellas del caché de Val Kilmer, Jon Voight o Natalie Portman) sino por sus logradas escenas de acción, hasta el punto de convertirse en un hito dentro del género, como demuestra el hecho de que Christopher Nolan la tuviera muy presente cuando rodó El caballero oscuro, tal vez la superproducción cinematográfica más importante de los últimos años.

Viendo Enemigos públicos se tiene la sensación de que Michael Mann es consciente de la importancia que ha ido adquiriendo con los años su película Heat y parece haberse servido de las desventuras de John Dillinger para hacer una especie de tributo a sí mismo bajo la forma de una relectura de aquél título. Aquí, De Niro y Pacino han sido sustituidos por Johnny Depp y Christian Bale (acaso con la esperanza de que estos actores lleguen a ser alguna vez lo que fueron aquellos) para protagonizar una trama muy similar, sin faltar el obligatorio enfrentamiento dialéctico entre uno y otro (esta vez dentro de una situación menos forzada, en un momento en el que Dillinger está entre rejas y es visitado por el detective Melvin Purvis) como preludio del enfrentamiento físico final, y donde se han cuidado por encima de todo las escenas de acción (que no desmerecen para nada a su precedente) y el carisma de sus protagonistas. Como contrapartida, queda un guión a ratos bastante pobre, sobre todo en lo que respecta a las motivaciones y relaciones de sus personajes (véase con qué facilidad el gélido Dillinger se enamora de Billie, la joven encarnada por Marion Cotillard), demasiado centrado en hacer convivir el tópico de "el malo bueno" sin compensarlo con un ápice de injusticia por parte del que, por otra parte, es "el bueno bueno" (explicando cualquier traspiés de Purvis como consecuencia de una mala decisión de su superior o un error de sus compañeros). Sin embargo, estas carencias también tienen su compensación, en el sentido de que Mann rehace su propio cine sin renunciar a una experimentación radicalmente contraria al academicismo del que hizo gala en los noventa. Lo más llamativo de Enemigos públicos es su arriesgado uso del formato digital en alta definición, cuyo efecto no está muy en consonancia con el realismo que su autor buscaba (según ha declarado en varias entrevistas): esa extraña saturación de cromatismos que tiene lugar cuando Mann emplaza su cámara digital en los interiores recuerda, sobre todo, a movimientos como el (hoy olvidado) Dogma, es decir, adquiere las connotaciones de un lenguaje que ponía en escena todos los artificios del cine. Así, Enemigos públicos pretende ser hiperrealista pero adquiere a menudo texturas irreales, casi abstractas, algo que no por fallido tiene por qué suponer un problema: yo apuesto a que Mann ha abierto un nuevo camino y que su película será un referente en el futuro.

'Public Enemies ' - Michael Mann - 2009 [ficha técnica]
... leer más

jueves, 13 de agosto de 2009

Pagafantas

Borja Cobeaga es otro director de pequeños formatos (la televisión y el cortometraje) que da el salto al duro mundo del largometraje. Pagafantas parte de un guión algo mecánico, que avanza abusando de fórmulas que, de tanto producirse, dejan de resultar cómicas para llegar a ser previsibles, como cada vez que vemos a un personaje afirmando algo con rotundidad y después se nos muestra que la realidad lo contradice: Chema (Gorka Otxoa) afirma que su vida va estupendamente, acto seguido vemos cómo la alarma de su móvil le despierta en el sofá de sus padres; Gloria (Kiti Manver) niega que Jaime (Óscar Ladoire) sienta nada especial por ella, después vemos cómo Jaime tiene toda su tienda adornada con los retratos de Gloria; Claudia (Sabrina Garciarena) está convencida que la familia política de Chema le perdonará un determinado desliz, después vemos que a Chema se le niega entrar en casa y ha sido golpeado en la cara... Son éste y otros recursos los que Cobeaga pone en juego para hacer avanzar una historia hasta alcanzar la duración del largometraje, algo que, como decimos, no había necesitado en toda su carrera y que termina delatando su inexperiencia.

Pese a estas limitaciones,
Pagafantas es una comedia que termina por no desagradar, en parte por la correcta labor de su debutante elenco (curiosamente, son los actores más veteranos, como Kiti Manver u Óscar Ladoire, los que parecen más desubicados), pero también porque, si bien su guión se repite en el uso de algunos clichés como los que hemos comentado, su director tampoco se toma más libertades de las necesarias en su primer largometraje (la cinta apenas llega a los noventa minutos), y porque nos sorprende con muy buenas ideas de montaje y puesta en escena, que van apareciendo de una forma mejor dosificada, casi siempre a partir de la parodia de otros géneros más "serios": véanse los pequeños fragmentos de documental para explicar divertidos símiles como "cobra", "koala" o "lémur"; los rarísimos montajes que parecen un sarcástico guiño a algunos thrillers psicológicos, para ilustrar los momentos que Chema no recuerda por haberse emborrachado junto a Claudia, o algún que otro descubrimiento por parte de Chema (como que Claudia es fan de Enrique Bunbury) que se nos muestra como si se tratara de un film de terror. Y es que tras la comedia ligera de Cobeaga se oculta un relato, en el fondo, muy cruel: hay en la historia de Chema algo de los protagonistas de films magistrales como Ese oscuro objeto del deseo (de un Buñuel al que hubiera fascinado la idea de que Chema descubra a Claudia, literalmente, en un contenedor de basura) o Match point, hombres que ponen en crisis un estatus social traicionados por sus más bajos instintos sexuales (aunque Chema confiese estar enamorado de Claudia, está claro que lo único que quiere es acostarse con ella).

'Pagafantas' - Borja Cobeaga - 2009 [ficha técnica]
... leer más

jueves, 6 de agosto de 2009

Up

El noveno largometraje de los estudios Pixar, WALL•E, era un film asombrosamente adulto. Sin romper con las premisas de Disney, ofrecía una mirada tan fascinante de lo que contaba que no nos extrañaría que la posteridad lo colocara entre los clásicos de la ciencia ficción. Era WALL•E un relato que parecía ingeniado por Aldous Huxley y filmado por Jacques Tati, con lo cual el equipo de John Lasseter demostró de manera clara (si bien es algo que se dejaba entrever en la mayoría de sus anteriores trabajos) que eran algo más que una empresa dedicada a la industria del mero entretenimiento, que no tenían nada que envidiar al mejor cine de autor. Sin embargo, ni siquiera allí el equipo de Pixar estaba a la altura a la hora de utilizar seres humanos en sus historias, es decir, sus largometrajes nunca producían el mismo efecto cuando la tarea no era humanizar entes irracionales (como juguetes, insectos, monstruos, peces, coches o robots) sino hacer atractivas a las personas. Las cosas parecen por fin haber cambiado en Up, un largometraje donde precisamente los personajes humanos constituyen lo mejor de la función.

La historia del entrañable anciano Carl Fredricksen es uno de los más bellos relatos sobre la senectud que ha dado el cine en muchos años, a mi parecer, por encima incluso de películas como Gran Torino, y ello gracias en gran parte a la innegable fuerza de sus minutos introductorios: a un breve prólogo en el que un jovencísimo Carl conoce a Elie, una niña de su misma edad, le sigue una magistral pieza sin diálogos, sin más adorno que un sencillo vals para piano de Michael Giacchino, en el que se repasa toda la vida que ambos comparten juntos. La fuerza de este arranque es tal que el resto del relato se verá contagiado de su dramatismo, dejándonos un recuerdo amargo que persistirá incluso en las situaciones más cómicas, dando más fuerza a los momentos en los que el film recupera este intimismo (por ejemplo, cuando Carl repasa el diario de aventuras de su esposa) y haciendo que se perdonen las secuencias menos logradas del conjunto. Porque no faltan en Up defectos que lastran su ascensión (si bien estas imperfecciones contribuyen a que tenga el encanto de las obras de arte inconclusas), que impiden que se convierta en la obra maestra que pudo haber sido, como son los momentos en los que la narración se entrega al slapstick más infantil, casi siempre a partir de las situaciones que genera el inquieto Kevin, un éxotico pájaro que los protagonistas encuentran en Sudamérica, o las escenas protagonizadas por el ejercito de perros que persiguen al ave, los cuales están provistos de un collar que les permite hablar. Nótese cómo el film resulta genial cuando describe sin diálogos la vida de los humanos pero flaquea cuando dota de lenguaje a los animales, un cliché de la animación para todos los públicos que a los artífices de Up les queda pequeño.

'Up' - Pete Docter, Bob Peterson - 2009 [ficha técnica]
... leer más