
En los relatos de Fujisawa vistos por Yamada solo podemos encontrar un aspecto negativo, y es que su atemporalidad reniega de cualquier aplicación a los tiempos que corren, asumiendo el riesgo de no extraer en ellos ninguna lectura interesante, aunque es precisamente esto lo que hace que su formalismo suponga un estilo opuesto al de cualquier corriente artística contemporánea, y ello es, ante todo, un atractivo. Las historias de la trilogía son casi siempre una fábula sobre la superación individual que concluyen con una moraleja cercana a lo infantil, donde el protagonista termina defendiendo el honor de los débiles y derrotando a los poderosos. Tal manera de ver las cosas supondría un problema de peso si Yamada no se tomara tan en serio dicho material, sin importarle la ingenuidad de sus propuestas. El realizador no desperdicia ninguna de las posibilidades que, por otro lado, tienen los relatos. Para empezar, en Love and honor logra mantener un ritmo constante, que no decae en las secuencias de diálogo, pero que tampoco acelera en momentos de mayor acción, como el duelo final entre el desvalido Shinnojo Mimura (Takuya Kimura) y el déspota Toya Shimada (Mitsugoro Bando), impregnando con ello un tono meláncolico que también se refleja en cada situación individual, dando fe de la tristes condiciones en las que viven los personajes. Lo mejor es la elegante forma con la que el director resuelve tales situaciones, sin alargarlas lo más mínimo ni recurrir a innecesarios excesos. Véase el momento en el que el sustituto de Sakunosuke Higuchi (Nenji Kobayashi) impone su autoridad ante los samuráis de los que se hace cargo dando un sólo grito, ante lo cual sus subordinados quedan inmovilizados, privándolos así de la libertad de la que gozaban con su antecesor (quien se ha suicidado para expiar las culpas por el accidente en el que Shinnojo se queda ciego), o cuando Shinnojo acude con su antiguo compañero ante el señor feudal al que ambos servían y por el que el primero ha estado a punto de perder la vida, momento en el que, tras permanecer de rodillas y atacados por un enjambre de insectos durante un buen rato, el jefe del clan se limita a detener un instante su paso y pronunciar una brevísima frase de agradecimiento. Yamada es, por ello, uno de los más dignos herederos del cine japonés clásico, sin que ello signifique que la labor del resto sea menos interesante, aunque sí que pocos directores como él saben utilizar las formas tradicionales de sus antecesores para lo que fueron concebidas, y no como mera moneda de cambio en festivales europeos.
'Bushi no ichibun' - Yôji Yamada - 2006 [ficha técnica]
¿Está al mismo nivel que el ocaso del samurai y la espada oculta?
ResponderEliminarSaludos!!!
Yo diría que sí, Marchelo, aunque por muchos sitios se diga lo contrario.
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