En el futuro descrito en Hijos de los hombres confluyen dos ideas apocalípticas. La primera puede verse como una consecuencia a largo plazo de la tambaleante situación presente, en la que los graves conflictos internacionales, unidos a una cada vez más creciente actividad terrorista, han destruído la mayoría de las grandes capitales de la tierra, excepto Londres, que apenas consigue controlar a terroristas y revolucionarios mediante duras acciones militares, al tiempo que practica una política de busca y captura de los miles de refugiados que intentan entrar en el país. La otra idea es tan terrorífica como increíble: un extraño fenómeno ha sembrado la esterilidad a lo largo del planeta, por lo cual no ha nacido ningún ser humano en 18 años. Esto último convierte a la película de Cuarón en un relato fantástico más que en un film de ciencia ficción, debido a que en él no se explica, por ejemplo, por qué los científicos no han buscado formas de reproducción de laboratorio para perpetuar la raza humana, lo que me recuerda a la manera en la que son mostradas ideas similares en las novelas recientes de José Saramago, donde ocurren cosas como que toda la humanidad se queda ciega o que la muerte deja de matar, sin teorías científicas que expliquen estos fenómenos, lo cual es sin duda un aspecto que no interesa a su autor. Sin embargo, en el film de Cuarón las cosas no siguen el curso de Los tiempos del lobo, de Michael Haneke, un cineasta más cercano a las pretensiones del escritor portugués, para el que las causas de un cataclismo no eran importantes pero sí lo eran sus consecuencias en los seres humanos. En Hijos de los hombres las repercusiones de los conflictos internacionales se utilizan para perfilar un contexto político e histórico, pero las consecuencias del problema de la esterilidad humana se reducen a su efecto en un grupo reducido de protagonistas: Theodore Faron (Clive Owen) es apresado por unos revolucionarios (terroristas, según el gobierno) que lo llevan ante su lider, Julia (Julianne Moore), quien es también su ex-mujer (con la que tuvo un hijo que murió), y que le explica que debe ayudarles a introducir en el país a la joven Kee (Claire-Hope Ashitey), la primera mujer que queda embarazada en décadas.A medida que avanza el metraje, el contexto político y/o filosófico irá conviertiéndose en un plano cada vez más secundario para ir dando más peso a la acción, al seguimiento que la cámara hace (a veces brillantemente) de la pareja formada por Theo y Kee en su viaje a lo largo en un mundo donde están amenazados por casi todos los bandos. Esto hace que Cuarón desperdicie (o descarte premeditadamente, ya que le costó conectar con el guión co-escrito con Timothy J. Sexton, según ha declarado) algunas de las ideas con más posibilidades aparentes en la historia original. Así, tal y como hemos visto, la idea del futuro como consecuencia directa del presente es puesta en escena de manera demasiado obvia, el Londres de 2027 está lleno de detalles que buscan crear esa sensación en el observador, no faltan referencias directas a la guerra de Irak o a los recientes atentados en los núcleos más importantes de occidente, asi como luminosos y pantallas recordando constantemente el problema de la inmigración. Lo mismo ocurre con la que podía haber sido la escena más memorable del film, el momento en el que los protagonistas consiguen salir ilesos de un edificio que está siendo bombardeado por el ejército, gracias a que el llanto del bebé consigue detener las balas: Cuarón basa la fuerza de este momento en la espectacularidad, el derroche de medios y el fondo musical enfático, lo que deja a la escena por debajo de otro par de momentos cuyo magnetismo se debe a la realización y a un sentido virtuoso de la puesta en escena, a saber, la emboscada en mitad de un camino por un numeroso grupo de personas armadas y violentas, rodada integramente en plano secuencia y desde el interior del vehículo, y la huida de la casa de los revolucionarios empujando un coche que no consiguen poner en marcha, también en plano secuencia y de mayor complejidad, si cabe, que la anterior. Pero lo más meritorio de éste y otros momentos se debe al impasible punto de vista de la narración, filmando siempre lo que el protagonista ve, excepto en algún momento puntual (que yo recuerde, sólo cuando Jasper, el amigo de Theo que interpreta con histrionismo Michael Caine, prepara su propia muerte y la de su mujer). En ese sentido, este film futurista tiene más que ver con la lectura que Polanski hizo de El pianista que con las adaptaciones de las novelas de Philip K. Dick o Stanislaw Lem, lo cual se acentúa en el tramo final, donde Theo debe adentrarse en una barrio destrozado por las armas, muy similar a los escenarios donde Wladyslaw Szpilman nos enseñó lo que era el instinto de supervivencia. Todo ello hace que Hijos de los hombres no esté a la altura de otros logros recientes en el cine de ciencia ficción, ni sea en realidad un relato tan serio como aparenta, pero ello no impide que sea un film de acción bastante notable.
'Children of men' - Alfonso Cuarón - 2006 [ficha técnica]



